viernes, 25 de julio de 2014

EXPOSICIÓN DE PINTURA PRIMITIVA. Por: Rodolfo Romero Meza. En: Novedades Cultural. Domingo, 5 de Octubre de 1969.



Desde cuando los parisienses descubrieron al aduanero Rousseau, no deja de ponerse de moda, entre aficionados y coleccionistas de arte, la pintura definida “naif”. Ingenua y cerca de la naturaleza, la primitiva se caracteriza por estar libre de toda escuela y academia, al igual que el canto y la danza folklórica, pero al mismo tiempo porta en su mensaje los valores de aquel subsuelo cultural que la gente sencilla capta más directamente. Los auténticos pintores primitivos logran por consiguiente, expresar con frescura la fuerza de la poesía.


En medio de las dificultades psicológicas que el hombre de hoy está obligado a afrontar en la rápida evolución del mundo en que vive, siempre suscitan gran interés estas formas de arte que llevan al espectador a la más sublime de las emociones, al descubrimiento de la belleza.

Hemos visitado la exposición patrocinada por Ernesto Cardenal, cuyo mérito consiste en solicitar el don natural de los habitantes de Solentiname y coordinar los trabajos de pintura y artesanía, con la esperanza de encontrar aquel canto profundo que expresa la personalidad de un pueblo rico y vivo como lo es el nicaragüense. Más la dificultad que casi sierpe surge en los casos en los que se quiere estimular, darle publicidad a una manifestación espontánea y peculiar de un cierto lugar, de una cierta atmósfera, es la misma que se encuentra cuando se quiere trasplantar una flor de campo a un jardín de ciudad: sucede que la sola intención, con el tentativo de explicación que comporta, la toma de conciencia de los medios técnicos de expresión, amén del aspecto comercial de la cosa, hacen  aparecer menos espontánea y menos necesaria la obra propuesta. En el caso de la exposición de Solentiname, que tuvo lugar en los salones de la Escuela Nacional de Bellas Artes, el visitante se queda sorprendido por la uniformidad de las obras expuestas, es decir por el parecido con el cual cada uno de los autores ve y siente las cosas; éstas nos hacen pensar en que, realmente, no hay ninguna personalidad de relieve e, incluso, nos hace dudar de la autenticidad de estos primitivos, que pareciera que siguen un modelo, una determinada visión del arte, un concepto normativo de lo que es la pintura primitiva; a tal punto que nos proponen unas reproducciones en serie, casi como si se tratase de una fábrica.

Entre los expositores, sin embargo, hay uno sólo que nos dio la impresión de autenticidad: José Arana. Su obra parece menos exagerada, encontramos en ella poesía, un notable sentido del color. Incluso los temas divergen ligeramente de los propuestos por sus compañeros, parecen más reales y nacidos de una contemplación más partícipe del espíritu del paisaje.

Es cosa extraña –a propósito del paisaje— que todos los pintores presentes hayan aprehendido los mismos aspectos de la naturaleza que les rodea, y la cosa resulta francamente monótona dado que todos provienen del mismo lugar. Frente al pintura, por consiguiente, el visitante se sorprende al recordar con nostalgia la riqueza y  la fantasía de la más grande “naif” nicaragüense, Asilia Guillén, cuya obra sobrepasa el nivel de la artesanía, aún cuando se inspiraba a los mismo temas de la vida popular.

UMBRAL DEL ARTE NICARAGÜENSE

En la misma exposición figuran también las esculturas de Ernesto Cardenal, en su mayoría de madera y casi todas inspiradas en formas de animales, que pos su estilización recuerdan las formas de ciertas esculturas lineales del norte de Europa. Las más graciosas son las figuritas de barro pintado o en madera de vivos colores que por su pequeña dimensión revisten de un simpático carácter artesano. Hay que señalar, igualmente, los trabajos en cobre ejecutados con gusto, a pesar de la línea a veces pesada y confusa, y los objetos decididamente artesanos como los yesos, la corteza de los árboles pintados. La obra expuesta, sin embargo, no alcanza el empeño de un escultor profesional.

En el conjunto, la muestra es un testimonio del esfuerzo que se está haciendo para canalizar la industria, el talento de personas naturalmente inclinadas a expresarse artísticamente, pero ante la ausencia de una recia personalidad, prevalece la impresión de que el resultado conseguido es una especie de ambigüedad, limbo fluctuante entre una “cierta escuela” de artesanía, más o menos bien delineada, y una interpretación que se pretende más consciente de ciertos valores puramente artísticos.

PINTORES PRIMITIVOS O ESCUELA DE “NAIFS”. En: Novedades, domingo 5 de Octubre de 1969.

Hemos tenido la oportunidad de conversar con un grupo de pintores y escultores nicaragüense sobre la muestra de arte primitivo, reunida en la Escuela de Bellas Artes bajo el patrocinio de Ernesto Cardenal y Rodrigo Peñalba. En el curso de la conversación se fue precisando el concepto de  pintura “naive” y se hicieron algunas observaciones sobre la obra del poeta de Solentiname. Sólo el pintor Urbina fue interrogado separadamente: Aquí transcribimos sus declaraciones:

URBINA: “En primer lugar, la pintura primitiva gusta mucho a la gente, a pesar de que todas son iguales. A mí me gusta esta exposición, está bonita. Naturalmente, aquí parece que tratan de proteger al padre Cardenal. También resulta que él es conocido como poeta, lo cual favorece mucho. Eso le permite de consagrar… que guste su exposición de pintura”.

SÁENZ: “La pintura primitiva es espontánea, desconoce las reglas académicas; el pintor “naif” es ingenuo, en su obra está descubriendo el mundo, crea un mundo onírico, un mundo soñado. Desconoce las leyes de la perspectiva, el misterio, el encanto de su arte, lo logra a base del no-dibujo; el pintor primitivo es como un niño que está naciendo al mundo y lo va descubriendo con su arte, en un total desconocimiento de la escuela, de las reglas académicas, de los estilos”.

UMBRAL DEL ARTE NICARAGÜENSE
Refiriéndose a la escuela de Solentiname, Sáenz nos dijo: “Todos se parecen, se diría que se trata de una fábrica, su falta de originalidad no es culpa de ellos, allí falla la dirección. El caso de Eduardo, por ejemplo, lo que ví primero tenía un cierto valor, ahora produce como una máquina, con el desmejoramiento de la calidad que implica, en este caso, la producción en serie”.

Interrogado sobre el éxito comercial de la exposición, Sáenz hizo las siguientes observaciones: “Por el hecho de que son primitivos, tienen en el mundo entero, muy buena acogida, y quien compra piensa en el futuro. Comercialmente esta muestra es un éxito en razón de los precios bajísimos, además que los paisajistas gustan; las relaciones sociales, las amistades de Cardenal contribuyeron a la promoción y a la venta de esta exposición”.

Hombre que siente profundamente su arte, Sáenz se lanzó en una serie de observaciones sobre la escultura de Ernesto Cardenal:

“El arte –nos dijo— debe transforma la naturaleza, crear un mundo propio, por ejemplo, los pájaros, las planas, etc. Deben llevar el sello del artista, lo que quiso decir sin copiar. Un artista copia los elementos y los transforma; allí por ejemplo, en el cactus, Cardenal falla; es más fácil estilizar animales que plantas. Ha logrado mejores estilizaciones en trabajos anteriores; aquí, parece que se repite. Los pájaros ha logrado estilizarlos, ha logrado una síntesis sobria. No me gustó su búsqueda en las plantas, es pura copia. En conjunto, no hay unidad, se trata de bibelots, falta de criterio en la selección de su obra. Se le puede considerar como un aficionado porque, en realidad, él es un escritor. Decididamente es un aficionado que logra sus cositas”.

Sáenz terminó diciendo: “Si la exposición fuera desinteresada estaría bien, pero lo que pasa es que le echan agua a su molino. Siempre piensan en la propaganda, en su credo, no es como la labor de un laico que no va pensando en su causa, sino que lo hace por amor al arte, sin pensar en cuestiones religiosas o políticas”.

FLORES: “Las ventas fueron muy buenas, pues se vendió todo. El éxito de la venta se ha logrado gracias al sentido decorativo de la pintura expuesta  y por lo conocido que es Cardenal en nuestro ambiente social”.

“La exposición, en cambio, es interesante como curiosidad. Se trata de un primitivismo prefabricado, no es espontáneo; hay un concepto director, todas las cosas tiene el mismo estilo, hay una mano que dirige. Como labor, como cosa social, es digna de alabanza, ojalá siguieran todos el mismo camino de Cardenal”.

 PÉREZ-CARRILLO: “Bueno, sobre todo, es lo barato, por eso se vendieron los cuadros; nada tiene que ver la pintura, su calidad, con la venta, lo que allí cuenta es el baratillo, la ganga. La exposición es bonita, decorativa”. Refiriéndose a la obra de Cardenal en Solentiname, Pérez-Carrillo dijo: “Hay que ver la labor del padre Cardenal como lo que es, no habría que criticar a los pintores, están comenzando. Lo que necesitan es un guía mejor, que los dirija más pictóricamente, es decir para diferenciar que no es lo mismo ser primitivo por vocación que por capacidad, porque no tienen conocimientos pictóricos”.

LUGO: “Es lamentable –nos declaró— que no se le dé ninguna importancia a los pintores. Desde el punto de vista comercial  ya se tenía por asegurado el éxito, debido a la promoción de ventas preparada de antemano, a la posición en la sociedad del poeta Cardenal, tanto como intelectual como por los vínculos familiares”.

¿La labor de Cardenal podría ser considerada positiva?

“Pudiera ser, pero con una mejor orientación, porque el primitivismo hasta cierto punto es una cosa intuitiva y dependen de la modelación que se les da a los pintores”.

¿Qué cosa es la pintura primitiva?

“La pintura primitiva tiene sus diferentes manifestaciones en cuanto al tema, pero se caracteriza, esencialmente, por su originalidad e ingenuidad, por la espontaneidad con que el pintor lo desarrolla. No hay escuela de primitivos, porque la pintura “naive” no obedece a las proporciones ni a los cánones estéticos que se imparten en la Academia”.

¿Esto quiere decir que cuando hay escuela no hay primitivos?

“Me parece que así es, porque le quita el encanto, la genialidad, se pierde la magia, la superstición”.

¿Y la escuela de Solentiname?

“A los pintores se les ha restado la imaginación, dándoles por tema lo que son las islas. Se trata, por consiguiente, de un tema preconcebido, se vuelve una cosa estereotipada, una postal, con fines de comercializar el primitivismo, tomando a doña Asilia Guillén como sello como patrón de arte “naif”. Es un juego pueril, intelectualizado.

Refiriéndose a Cardenal se impuso la idea entre los pintores consultados de que no se trata de una escultura empeñada, “más que todo –me dijeron— es una artesanía refinada, es un juego, pero que está lejos de los profesional, es un divertimiento”.



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